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El Mito Vegetariano

«Elder, Today, a sesión wiser

And fainter, too, as Wiseness is»

Emily Dickinson

Hace unos meses oí hablar de este libro, El Mito Vegetariano: alimento, justicia y sustentabilidad. Por deber profesional, al estar en este mundo, lo leí y la verdad que me sorprendió; estaba escrito con mucho rigor y honestidad. Ha pasado tiempo pero hoy quisiera extraer los pensamientos que considero más valiosos y que por qué no, compartir.

El Mito Vegetariano

El Mito Vegetariano

El libro lo escribe Lierre Keith, una persona que fue vegana muchos años; acabó enfermando y enfrentándose a su concepción de la vida, a la asunción de verdades que nunca quiso asumir. Ella lo escribe así: Conozco bien las razones que me empujaron a adoptar una dieta extrema, y son razones honorables, incluso nobles. Son razones como la justicia, la compasión y un anhelo desesperado y sobrecogedor de arreglar el mundo. Quería proteger a los vulnerables, a los sin voz. Quería alimentar a los que tienen hambre. Quería al menos evitar participar en el horror de la ganadería industrializada.”

Hace un recorrido riguroso a través de las razones que argumentan la tesis de su libro, el pensamiento adulto que ella llama, que es aceptar que la muerte está en todas partes, que la muerte es parte de la vida y hace posible la vida. “…Esta fue la última vez que entré en los foros de veganos. Comprendí que unas personas que desconocen hasta ese punto la naturaleza de la vida, con su ciclo de minerales y sus intercambios de carbono, sus puntos de equilibrio basados en el antiquísimo círculo de productores, consumidores y descomponedores, no podrían guiarme, ni tampoco tomar ninguna decisión útil sobre una cultura humana sostenible. Al alejarse del conocimiento de los adultos, de la comprensión de que la muerte está integrada en el sustento de todas las criaturas, estas personas no podrían nunca calmar la sed emocional y espiritual que yo sentía precisamente por haber aceptado ese conocimiento. Quizá finalmente este libro no sea más que un intento de calmar ese dolor.”

 

“Quería creer que mi vida-mi existencia física-era posible sin matar, sin muerte. Pero no es posible. No puede haber vida sin muerte”.

Lierre Keith

Lierre Keith

Recuerda cómo despertando a la asunción de esta verdad, observó cómo a su huerto no le servía su angustia ética. “No existía ninguna planta con la capacidad de fijar el nitrógeno que pudiera compensar todos los nutrientes que ella extraía del suelo. La tierra quería estiércol. Peor incluso, quería lo impensable: sangre y huesos. Mi huerto quería comer animales, pese a que yo no quisiera. Y así llegué a otra intersección en mi peregrinaje. Podía comprar una caja de NPK compensado, perfectamente equilibrado y ecológico, o podía hacerme amiga de un ganadero. La caja era tentadora, porque me permitía mentir. Mejor dicho, no saber lo que ya sabía. Leí la etiqueta de los ingredientes. Harina de sangre de animales, harina de huesos de animales, animales muertos, desecados y molidos. Las plantas también necesitan comer, intenté explicarle a un amigo vegano mío horrorizado. Hay que reponer lo que se extrae del suelo. Las únicas opciones que hay son los combustibles fósiles o los productos animales… Pero mi amigo no lo pudo entender, salió horrorizado…”

“Ojalá pudiera volver atrás en el tiempo y decirle a mi yo de hace diez años. Llegará el día en que tendrás una bandada de palomas y esparcirás su estiércol y enterrarás a sus muertos entre los frutos del bosque y las manzanas. Y llorarás al hacerlo, pero no solo porque te sentirás triste, sino también porque es un acto sagrado y porque es lo correcto. Has cerrado el círculo y eso abrirá tu corazón. También tendrás pollos, y patos, y gallinas pintadas. Comerás la fruta, los huevos y la carne. Te aceptarán, se acercarán a ti buscando ayuda y caricias, y los amarás. Y todos comeréis, tú, las aves, las frutas del bosque, los humanos y la tierra, y serviréis de alimento. Como los entierros celestiales están prohibidos, en tu testamento escribirás: Esparcid mis cenizas cuando sea mi turno, que alimenten a las frutas del bosque y a las manzanas”.

“Cuando se toma la vida de otro para comer o para utilizarlo en beneficio de la propia supervivencia, uno pasa a ser responsable de la supervivencia y la dignidad de esa otra comunidad.” La ética animista acepta que todo ser vivo depende de los demás, que la vida en sí es una cadena de dependencias mutuas. La vida y la muerte son el mismo momento: para que unos vivan, otros deben morir.

 

 

“La tribu seneca por ejemplo tiene una ceremonia de agradecimiento de cuatro días de duración, durante la que se nombra y se honra todo lo que existe en el mundo. En todo el planeta y a lo largo de la historia, encontramos numerosos ejemplos de culturas que se enfrentan al proyecto humano de la vida con humildad y respeto por las vidas de las que dependemos. Pero esa actitud sólo es posible si aceptamos la muerte. Aparte de la naturaleza destructiva de una dieta agrícola, todo intento de excluirnos emocional, física o espiritualmente de los procesos de la vida del planeta nos conducirá a una cultura basada en la ignorancia, la negación y, dada nuestra capacidad humana para la destrucción, la dominación. Para poder hacer las cosas bien, debemos enfrentarnos a la verdad sobre nuestra existencia.

Se plantea también que cómo es posible que los alimentos tradicionales, reconocidos desde siempre como algo esencial, hayan sido demonizados por nuestra cultura: alimentos que nos aportan ácidos grasos esenciales y aminoácidos esenciales que el cuerpo no puede sintetizar. Rebate la idea de que es malo ingerir lípidos y grasas, habla de cómo los niños necesitan colesterol y grasas saturadas para su desarrollo, cómo sin grasas nuestros neurotransmisores pierden la capacidad de transmitir, cómo el zinc resulta un mineral que es muy difícil de encontrar y las yemas de los huevos y la carne roja son las mejores fuentes de zinc…

Gracias por tu libro, Lierre. Solo deberíamos hablar desde nuestra propia experiencia. La línea que une el dolor y la belleza es realmente extraña.

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