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​»Nací en una familia humilde de agricultores y en contacto con la naturaleza lo que me hizo tener una infancia maravillosa, con momentos muy puros y cómo no, otros difíciles, pero era una época de valores, donde las cosas no cambiaban rápidamente ni en décadas, donde la honestidad y la palabra eran más fuertes que un contrato. Nunca fui un portento en los estudios, más bien justito; me interesaba más la pesca o andar a nidos, las experiencias y el contacto con la vida.

Aun así me formé en Cantabria donde aprendí del campo y del ganado; tuve el honor de cuidar de Sultán, el famoso toro que cubrió a más de un millón de vacas, y en vacaciones ayudaba en las tareas del campo y sirviendo jarras de vino en la época estival. Así contribuía a compensar las cinco mil pesetas que cada mes con mucho esfuerzo me enviaba mi familia y ayudaba a pagar los cupones de la agraria, que era la mayor preocupación de mi madre. Mujer ejemplar a la que le debo los valores del esfuerzo y la honestidad”

Ésta es una visita al corazón del Capricho.
Al proyecto de José Gordón.
A las raíces y los valores que han dado forma a toda esta pasión.

Te haremos una visita circular desde el restaurante, hasta una bodega primigenia, cueva como se llaman aquí a las bodegas, donde los vecinos acuden a compartir, merendar. Pasaremos por la finca de los bueyes, por las viñas centenarias que hemos recuperado, por la bodega donde envejecemos la cecina hasta tres años, lentamente, sin máquinas, como se hacía hace dos mil años….

La visita dura 50 minutos. Tenemos dos horarios: uno a las once y otro a las doce y media. Son 20€ por persona a partir de 9 años. Los niños menores podrán hacer la visita gratuita, pero tendrán que ir con el coche propio con el adulto que le acompañe.

La finca

Nuestros bueyes sayagueses en la finca. Su mirada habla de su remoto origen. Cercano al primigenio Uro.

La bodega de vino

José Gordón en la bodega de crianza del vino. Orgulloso de trabajar las viñas que plantaron sus abuelos; de hacer un gran vino en el Valle del Jamuz. De cerrar el círculo.

La bodega de cecinas

En colinas de sedimentadas arcillas, y dando la espalda al norte, se encuentran nuestras centenarias bodegas, austeras de presencia. En su interior el grabado a golpe de pico, que recuerda la escasez y el sudor, la meditación, el fuego que nos devuelve a tiempos auténticos. Aquí bajo la tierra se para todo. La constancia de la temperatura, la generosidad de la humedad natural y la brisa de sus ventanos harán un cuidadoso y lento trabajo para que nuestra cecina exprese unos aromas y una complejidad desconocida.